lunes, febrero 06, 2006

La ciencia por sobre magias y costumbres



JAVIER SÁNCHEZ Y LA EPIDEMIA DE SARAMPIÓN
Por Marisela Presa Sagué
En el distrito de Añisok, que en lengua fang quiere decir donde entra el elefante, en la provincia de Welenzas, casi en el propio corazón de la zona continental de la República Centroafricana de Guinea Ecuatorial, ha prestado sus servicios el médico habanero Javier Sánchez Lazo, especialista en Medicina General Integral.

Este es un país del África Subsahariana, donde las expectativas de vida del hombre están entre los 49 y 51 años y la mortalidad infantil, a mediados del 2001, sobrepasaba la centuria. Indicador casi inmedible por la falta de un sistema de control, que tuviera en cuenta las tasas de nacimiento y muerte en los menores de un año.

Javier encamina la ciencia por sobre magias y costumbres para luchar por la vida: -''La gente se muere de cualquier cosa- me dijo, -porque hay mucha ignorancia, cosas prevenibles, curables, enfermedades ya desaparecidas en Cuba, y que nosotros mismos aquí, como médicos, es que hemos venido a conocerlas''-, y las palabras salían profundas, en un tono bajo, con ese dolor humano de no poder resolver la totalidad de los asuntos.

''Pero lo más lamentable, -asegura-, es el fuerte arraigo existentes a la curandería, claro está, los médicos estaban distantes, el curandero cobraba menos, y la tradición prevalece hacia esta práctica, determinando que los niños lleguen casi sin vida a los hospitales distritales luego de haber recibido brebajes, lavativas y otras mañas de la curandería, hechas con hojas y cortezas de plantas, algunas altamente tóxicas y la sostenida creencia sobre ellas que establecían una barrera para la cura inmediata de los enfermos''.

Para el doctor Javier Sánchez la batalla es constante, sobre todo cuando precisamente por el distrito de Añisok aparecieron los primeros casos de un brote de sarampión, que le hicieron posponer sus vacaciones, cuando está a solo horas del vuelo hacia La Habana,epidemia que abarcó varios distritos de la zona continental de Guinea Ecuatorial.

Durante los días más duros de la epidemia Javier desandó la selva, para llegar hasta las comunidades más remotas, 40 o 50 kilómetros, muchas veces caminando.

Allí localizaban los casos y los trasladaban hacia el hospital de Añisok para aplicarles los tratamientos consecuentes, y se evitaba además la proliferación de la infección por otras comunidades. ''Algunos estaban muy graves, casi al borde de la muerte, complicados además con el paludismo endémico en la región, y con bajos volúmenes de hemoglobina''.

A la vez el resto del grupo, médicos y enfermeras, algunas de ellas propiamente guineanas, iban aplicando las dosis de vacunas contra el sarampión que llegaron por una donación hasta Guinea Ecuatorial, y evitar así la expansión de la epidemia, controlada al fin, pero que tuvo como costo más de un centenar de pequeñas vidas.El doctor Javier Sánchez es un cubano de 34 años, con la piel dorada, tostada por el sol, y claros los ojos, labios gruesos, y complexión fuerte, más bien bajo de estatura.

Su familia reside en el Reparto Alamar, en la Ciudad de la Habana, uno de los sitios más soñados por él en sus largas noches entre la humedad de la selva, el fragor de los mosquitos, y la lluvia imprevisible. Sin embargo al postergar sus vacaciones lo hacía convencido de la necesidad de aquellos niños y de aquel pueblo del que se había ganado el respeto y la amistad y que necesitaban ahora de sus conocimientos.

De sus características personales la más atractiva es el buen humor. Ríe fuerte, le gustan las películas, y ama la música cubana. Pero además es un estudioso de la medicina y sobresaliente en su especialidad de Medicina General Integral.

Un encuentro con Bata


Por Marisela Presa Sagué

Hospital provincial de Bata
La ciudad costera de Bata, sinónimo de "mar" en lengua fang, la reconocimos enseguida por su fisonomía, distina en geografía y clima a las poblaciones de la Isla de Bioko, donde están asentados Malabo, la capital y los pueblos de Baney y Lubá entre otros.
Un vuelo mañanero de 45 minutos en un AN 24 nos trajo a este sitio a más de 500 kilómetros al sureste de la capital, sobrevolando el mar del Golfo de Biáfra, para decir que andamos, propiamente, sobre el Continente Africano.

Allí fuimos al encuentro de los integrantes de la Brigada Médica que en Guinea Ecuatorial agrupa a unos 148 profesionales cubanos de la salud entre médicos, enfermeras y técnicos.

Dejamos atrás la silueta de la Isla y a Malabo asentada en su lado norte, en semicírculo bordeando la bahía. Al fondo el Pico Basilé, con su cresta a más de tres mil metros de altura, y su collar de nubes lluviosas rondando por éstos días casi de manera permanente.

Abajo, el bullicio de una ciudad que se despertaba, y donde han transcurrido intensos días de trabajo y experiencias novedosas junto a los médicos cubanos.

A la izquierda, en el continente el Monte Camerún, una montaña de fuego, la única aún activa en la costa africana.

El aterrizaje fue suave, luego de los trotecillos del vuelo, impregnado de salitre y de sol fuerte, para nuestra bienvenida a Bata.

Eduardo el Siquiatra y Chely, la estadística, ambos de la Brigada del continente, fueron a recibirnos, nos acompañaron en el trayecto hasta la ciudad, y en el coche nos faltó tiempo para mirar a un lado y otro, y apreciar lo hermoso que tiene este país africano.


Bata, una ciudad que mira al Atlántico, con unos 70 mil habitantes, se le considera la segunda de importancia en Guinea Ecuatorial. Es la capital económica del país.

Aquí se mezclan la más singular arquitectura andaluza a la que se añade un sello nativo. Con sus ventanas de persianas que se levantan, sus techos de zinc a cuatro aguas, y un tanto mejor trazado urbanístico, con vías relativamente amplias, y un tránsito abigarrado de coches de las más diversas marcas y épocas, muchos de ellos llegados de segunda mano desde Europa.

La costa es sinuosa, lo que le da gran amplitud, con playas de arenas claras que se meztizan con el embate de las olas que arrastran arenas negra del desagüe de los grandes ríos africanos en el Golfo de Guinea.

Abundan las rocas milenarias pulidas de tanta caricia del mar, y en esta época del año las medusas son robustas y urticantes. Pequeños pececillos se acercan a la costa casi virgen, y el oleaje es suave en casi todo el litoral con aguas poco profundas.

La brisa del mar refresca un poco y levantan el polvo de las calles, muchas de ellas aún sin asfaltar. Es mediodía, deambula la gente, infinidad de vendedores, en tarantines o sencillamente sobre el suelo, en pequeñas factorías, en timbiriches cubiertos de zinc y rústicas mesas de madera. Se acostumbra al regateo y es muy difícil saber a ciencia cierta, cuál es el verdadero precio del producto que pretendes adquirir.

Bata es una ciudad que se va puliendo, va creciendo pegada a la costa. Hay un buen número de casas en construcción, aceras, drenajes pluviales, calles nuevas en lugares por donde hace sólo algunos meses corría el lodo y se empantanaban las aguas.

Escasea el servicio eléctrico inestable tanto de día como en la noche.. La oscuridad favorece el picor de los mosquitos, con su carga de plasmodio falciparum, propagando el paludismo a diestra y siniestra.

El agua corriente no abunda en las viviendas, generalmente se abastecen de pozos o de pilas públicas donde se arman interminables colas de adultos y niños que la trasladan hasta sus viviendas .

La explotación forestal y un poco de petróleo que extraen de sus áreas costeras compañías extranjeras, son sus dos principales fuentes de ingreso, pues no existe una tradición ni cultura de los cultivos a gran escala. Se maravilla uno de esta tierra, de una fertilidad asombrosa. Hoy cae la lluvia y mañana están nacidas las semillas.

En general existe una plantación de subsistencia, en pequeñas fincas donde cosechan el plátano, la malanga, el ñame, la yuca, el maní, la piña, o extraen de las palmas el aceite, los productos son llevados a los mercados en cestas tejidas de fibras y el mayor por ciento es para garantizar la alimentación de la familia. El resto de los alimentos se importa generalmente de Camerún o Gabón, y tanto hortalizas como las viandas tienen un elevado costo.

En la región de Río Muni, como también se le conoce a la parte continental del país los médicos cubanos ejercen su labor, tanto en el hospital regional de Bata como en los enclavados en el resto de las provincias, en una batalla sin cuartel, no solo contra el paludismo que allí es endémico, sino contra el parasitismo, la fiebre tifoidea, las anemias carenciales, la desnutrición, y el tétanos.

A la par son preparados los futuros y genuinos médicos guineoecuatorianos, matriculados la carrera de Medicina, en la Facultad de Medicina de de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial, con un claustro que integraron en sus inicios en una gran mayoría profesores cubanos.