lunes, abril 03, 2006

En el día Mundial de la Meteorología: Un granmense fue el primer director del Instituto Meteorológico de Cuba

Por Marisela Presa
Marzo del 2006
mpresa@enet.cu

El pronostico del tiempo, para lo cual existen hoy ya en el mundo infinita y modernísima tecnología, constituye para los seres humanos actuales, prácticamente una necesidad, pues muchas de sus acciones están determinadas por circunstancias climatológicas.

Y si nos dedicáramos a detallar tendríamos que remontarnos muy atrás en la historia de la humanidad, desde que se pronosticaban las grandes crecidas de los ríos en la sociedades antiguas, los eclipses de sol o de luna, las temporadas de seca, todo ello de una forma casi empírica.

Pero el estudio del tiempo no es un acto de la modernidad, casi surge en esencia con la misma existencia del hombre, preocupado siempre por su entorno, descodificando las señales de la naturaleza para poder cazar, recolectar, sembrar o cosechar, o abrigarse en el refugio de una caverna.

Cuentan los entendidos que en antiguo Egipto se hacían sacrificios a los dioses que preconizaban el tiempo, en la Grecia y la antigua Roma les dieron nombres y los personalizaron, y temían sus furias y sus enojos.

La meteorología es una ciencia que se ha desarrollado a la par de muchas otras, dígase la física, la geografía, la matemática, la química, los satélites, la radio y la televisión, los radares y computación, para solo nombrar algunas, por ello sus pronósticos van contando cada vez con un mayor grado de perfección y acercamiento a lo real.

En la actualidad son cientos y miles las personas que se dedican a la observación meteorológica, bajo el radiante sol o en la oscura noche indagan en un conjunto de datos procedentes de disímiles instrumentos de medición en cientos de Estaciones Meteorológicas, o buscan en el rocío de las hojas, en el murmullo de sus ramas, atisban el correr de las nubes, y descifran la luminosidad o la bruma del horizonte.

Reconocerles en este día por su labor no es solo un orgullo sino un deber, sería interminable hablar hoy de sus técnicas, de su desarrollo y de su empeño. Quizás desconocido para muchos, es necesario recordar entre todos a un granmense, nacido en Manzanillo el 9 de agosto de 1911, quien tuvo por nombre Mario Emilio Rodríguez Ramírez, quien por su experiencia y conocimientos llegó a ser director del Instituto de Meteorología de Cuba.

A principios de 1936, se enrruta definitivamente el joven Mario hacia la Meteorología. Comienza a trabajar como auxiliar en el Centro meteorológico de La Habana el 9 de marzo de 1936. Sus primeras obligaciones consistían en atender al teléfono durante el horario de la tarde; allí recibe su primer salario mensual: 28 pesos con 23 centavos.

En 1965, la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias —mediante su Resolución no. 24—, fundó el Instituto de Meteorología que recibió de la Marina de Guerra Revolucionaria el control estatal del servicio meteorológico nacional.

Así, Rodríguez Ramírez participa como eficaz protagonista de la importante reorganización del Servicio Meteorológico cubano acaecida entre 1965 y 1967, proceso que culminó confiriéndole un nivel científico superior a la ciencia del tiempo en nuestro país.

Mario Rodríguez Ramírez fue testigo de acontecimientos científicos de excepcional trascendencia histórica; entre ellos, las primeras aplicaciones prácticas del radar a la Meteorología, el inicio y desarrollo de las exploraciones del espacio cósmico y la aparición, en 1961, de la Meteorología por satélites.

El Doctor Emilio Rodríguez Rodríguez trabajó hasta 1977 en 35 temporadas ciclónicas, y permaneció 12 años como director del Instituto de Meteorología, cargo que equivale al de jefe del Servicio Meteorológico Nacional cubano.
Sirva pues esta jornada cuando se festeja el día meteorológico mundial para recordar también a tan distinguida personalidad de las ciencias cubanas.

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