sábado, febrero 11, 2012

Otorga Universidad de La Habana Doctorado Honoris Causa a Ignacio Ramonet

Lanzamiento de su último libro “La explosión del periodismo: de los medios de masas a la masa de los medios” este domingo en la Feria del Libro

Raúl Garcés
Fotos Otmaro Rodríguez Díaz

Entre teóricos de la comunicación, algunos lo han ubicado dentro del bando de los apocalípticos. Ciertamente, muchas de sus reflexiones sobre el Periodismo subrayan una visión agudamente crítica del contexto actual, y de la dictadura simbólica que rige buena parte del pensamiento del mundo. En el lado opuesto, se sitúan quienes no ven en su denuncia sobre las manipulaciones de los medios y las presiones que gravitan en torno a ellos, otra cosa que un incuestionable realismo.

Lo cierto es que, si se habla de las relaciones entre Comunicación y Política hoy, es imposible eludir la obra de Ignacio Ramonet. Justamente por eso la Universidad de La Habana acaba de otorgarle el Doctorado Honoris Causa en Ciencias de la Comunicación, en un acto que tuvo lugar en el Aula Magna, encabezado por el Presidente de la Asamblea Nacional Ricardo Alarcón, y que contó también con la presencia del Ministro de Cultura Abel Prieto, el Rector de la UH Gustavo Cobreiro, el Decano de la Facultad de Comunicación Frank González, y destacadas personalidades de la cultura en Cuba.

Durante la fundamentación de la entrega del reconocimiento, el Decano de la Facultad de Comunicación subrayó no solo el prestigio y la autoridad intelectual de Ramonet, sino su condición de infatigable activista político, en pro de construir visiones alternativas a los modelos imperantes de comunicación e información. Evocando un texto escrito por su antecesor Julio García Luis, periodista fallecido recientemente, Frank González aludió a cómo Ramonet se ha convertido en un ícono dentro de su campo, cuyas fotocopias solían pasar de mano en mano en los centros de estudio universitarios, antes de sobrevenir el actual boom de publicaciones de su obra en Cuba. “Sus textos constituyen notables aportaciones, al lado de clásicos como Armand y Michelle Mattelart, Jesús Martín Barbero y Manuel Martín Serrano, entre otros”.


Más adelante, el propio Ramonet intervino para enfatizar algunas de las tesis que ha manejado en sus obras más importantes. “Hay una crisis de la información y la comunicación -remarcó. Los medios vapulean hoy al poder político, pero esa no es una manifestación de la fortaleza de la democracia, sino más bien una muestra del debilitamiento de la política”.



“Durante la conquista de América, el aparato ideológico disponible para el poder fue la evangelización. “Son ustedes bien aventurados porque llega ahora la verdadera religión y podrán salvar su alma”- decían los conquistadores. Más de cinco siglos después los grupos mediáticos son el aparato ideológico de la globalización. Les dicen a los griegos, que protestan por las políticas de ajuste implantadas en su país, que esas medidas son la solución a todos sus problemas”- añadió.

Finalmente, el escritor y periodista español propuso crear un quinto poder, “el poder del activismo social, que cuestione el funcionamiento mediático de nuestras sociedades. Contrapoder a los medios dominantes y poder de internet y las redes sociales para actuar y demostrar que otra información es posible”.

En el contexto de la Feria Internacional del Libro de La Habana, será presentado el último texto del también director del periódico francés Le Monde Diplomatique. El lanzamiento de “La explosión del periodismo: de los medios de masas a la masa de los medios” está prevista para este domingo, a las 5 de la tarde.


(Fuente: Cubadebate.cu)

ELOGIO A RAMONET


Intervención del Dr. Francisco (Frank) González García, decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana (UH), el 10 de febrero de 2012 en la ceremonia de otorgamiento del título de Doctor Honoris Causa en Ciencias de la Comunicación de esa casa de altos estudios al profesor Ignacio Ramonet

Dr. Gustavo Cobreiro Suárez, rector de la Universidad de La Habana.

Dr. Ignacio Ramonet

Compañero Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Buró Político de nuestro Partido.
Compañero Abel Prieto, ministro de Cultura.


Estimadas y estimados invitados y miembros de la comunidad universitaria:


Honrar honra, sentenció José Martí en dos ocasiones durante su fecundo peregrinar por tierras de nuestra América: la primera en 1876 en un artículo publicado en la Revista Universal, de México, y la segunda en el primer número de la Revista Venezolana, fundada por él en 1881, en Caracas.

En sólo dos palabras nuestro Héroe Nacional sintetizó uno de los principios esenciales de su inconmensurable eticidad, al destacar la importancia que tiene para el mejoramiento humano reconocer la obra de quienes por su contribución a una causa noble son acreedores de respeto, admiración y afecto.

Consciente de que al honrar a quien lo merece se honra a sí misma, la Universidad de La Habana recibe hoy en su Aula Magna a una figura de relevante prestigio internacional por sus aportes al conocimiento de los complejos procesos en la producción de comunicación.

Reconocemos en el profesor Ignacio Ramonet no sólo al investigador, de mente lúcida y visión de futuro, sino también a un luchador infatigable por ese mundo mejor y necesario con el cual ha estado comprometido desde su juventud.


Hace apenas dos meses nos visitó para compartir con nosotros sus más recientes reflexiones sobre el impacto de Internet en la elaboración, distribución y consumo de productos comunicativos, recogidas en su libro “La explosión del Periodismo. De los medios de masa a la masa de los medios” cuya edición cubana será presentada el próximo domingo 12 de febrero en la Feria Internacional del Libro de La Habana.


Para Ramonet, uno de los rasgos esenciales del contexto comunicacional actual es la capacidad del individuo para autoinformarse y convertirse en emisor gracias a las posibilidades de la red de redes.


Internet -nos dijo- está permitiendo que cada ciudadano tenga acceso a una información sin absolutamente depender de los grandes medios centrales de antes y, por otra parte, el nuevo dispositivo tecnológico hace que cada ciudadano no sea únicamente receptor de la información, que fue la norma durante mucho tiempo desde que existen los medios de comunicación de masas.



Sobre esto y mucho más nos invita a reflexionar Ramonet en “La explosión del Periodismo”.

Antes de continuar les ruego me permiten hacer algunos comentarios sobre el acto que nos convoca hoy.


Desde hace cuatro años la Universidad de La Habana decidió otorgar el título de Doctor Honoris Causa al profesor Ignacio Ramonet, quien por múltiples razones no pudo venir a recibirlo. Otros fueron los actores de nuestra Facultad de Comunicación quienes promovieron el otorgamiento de tan alta distinción. Entre ellos, el entonces decano de nuestra Facultad, el querido colega, amigo y compañero Dr. Julio García Luis, cuya inesperada desaparición física hace sólo unas semanas nos conmovió a todos.


Con su proverbial dominio del lenguaje escrito para exponer las ideas, desde las más simples hasta las más complejas, Julito, como cariñosamente lo recordaremos siempre, escribió en febrero de 2008 un proyecto de elogio para esta ocasión el cual les ruego me permitan leer ahora como tributo a su memoria.

Doctor Ignacio Ramonet;

Distinguidas personalidades que nos acompañan;

Invitados, profesores, estudiantes:

Años antes de que comenzara en Cuba eso que pudiéramos llamar el boom Ramonet --fácilmente ubicable en su conferencia de hace un lustro “Un delicioso despotismo”, en el abarrotado teatro Karl Marx--, ya él sostenía sólidos nexos con los creadores cubanos del cine y otros campos de la cultura, y ya nuestra todavía pequeña pero siempre inquieta comunidad de estudiosos de la comunicación, andaba con sus trabajos debajo del brazo, sus textos pasaban de mano en mano, o se colocaban en fotocopias en las bibliotecas para que estudiantes y docentes tuvieran acceso a ellos. Ramonet tenía ya un sitio entre los íconos de un selecto altar, al lado de Armand y Michèle Mattelart, Manuel Martín Serrano, Pierre Bourdieu, Jesús Martín Barbero y otros, en los que buscábamos las respuestas para muchas acuciantes preguntas que plantea la comunicación en este mundo y en este país.


Es decir, no lo vamos a incorporar a nuestro claustro de honor con este Doctorado. El es un profesor que ha estado presente, de hecho, en la formación de las últimas generaciones de periodistas y comunicadores sociales cubanos, con una obra sólidamente arraigada en la universidad y el pueblo. Sólo confirmamos con este acto ese fenómeno singular y le hacemos justicia.

Si debiéramos invocar en este momento lo que consideramos su mérito mayor, podríamos decir: Ramonet no ha hecho de sus estudios de la comunicación un mundo cerrado; antes bien, se ha adentrado en el mundo de la comunicación para ayudarnos a entender, y más aún, a tratar de transformar, las relaciones de poder, las hegemonías políticas, económicas y culturales de este mundo tan contradictorio, en el que una nueva era de esperanza pudiera renacer, o que pudiera convertirse, por el contrario, en la última estación de la civilización humana.

A él le debemos un cuadro actualizado y vivo de cómo la concentración mediática sin precedentes, el cambio tecnológico, la experiencia acumulada de dominación capitalista, la fuerza del dinero, convergen en las últimas décadas para crear un modelo de poder y de pensamiento mundial únicos, correspondientes a un proyecto de globalización perverso y excluyente, en el que los medios ocupan cada vez una posición más y más central.


“Goma de mascar para los ojos”, “La comunicación, víctima de los mercaderes”, “Cómo nos venden la moto”, “Nuevos poderes, nuevos amos del mundo”, “Geopolítica del caos”, “Internet, el mundo que llega”, son algunos de los textos publicados por Ramonet durante los años 80 y 90, en los que él ya avizoraba con preocupación la configuración de un sistema mundial en el que la información, considerada ante todo como mercancía, dejaría cada vez más de lado la misión fundamental de los medios de esclarecer y enriquecer el debate democrático.


El colapso de la Unión Soviética y de la llamada comunidad socialista europea desencadenaría en esa etapa el cambio estratégico, multiplicaría todos los desequilibrios e inequidades, y crearía condiciones para que esa nueva geopolítica del terror, con su dictadura simbólica y sus cañones desenfundados, diera paso a las atroces realidades de nuestros días.


“Propagandas silenciosas”, escrito en las vísperas del nuevo siglo, atraería la atención sobre el fenómeno omnipresente de la publicidad comercial capitalista.


La conjunción de los grandes conglomerados mediáticos con las tecnologías de telecomunicaciones, las redes digitales, el despliegue en progresión geométrica de Internet, y el rumbo, ya real, a integrar todos los soportes y lenguajes en un solo medio, marcharían de la mano con la conversión de lo publicitario en un discurso universal, válido para timonear la política, decidir las campañas electorales, aplastar las culturas más débiles, forjar consensos de todo tipo, barrer con lo que pudiera quedar de periodismo y prensa de verdadero servicio público y erigir en su lugar una especie de dulce tiranía en la que los seres humanos del primer mundo, y los de algunas capas privilegiadas del resto del planeta, supuestos vencedores, pagarían ese dudoso triunfo con el sometimiento absoluto al dios del mercado y la enajenación embrutecedora.
Esa especie de pesadilla orwelliana, ese mundo patas arriba del que ha hablado Galeano, esa incapacidad para ver la realidad, al lado de esa capacidad fáustica para crear realidades virtuales, se parecen demasiado a las fórmulas que nos deparan hoy los inefables W., Condoleeza y otros de su misma especie, sin excluir a algunos políticos obedientes de la culta Europa.



Ya en “La tiranía de la comunicación” -1999- Ramonet había advertido que el impacto de los fenómenos en curso, en cuanto a la información, se expresaría cada día más en hechos como el mimetismo mediático, la espectacularización de la noticia y la sobreposición de lo emocional por encima de lo racional.



Uno de los fenómenos que él cita en su libro lo habíamos vivido muy bien los cubanos, en enero de 1998, cuando nuestro pueblo acogía con respeto la visita de una gran personalidad mundial, el papa Juan Pablo II.

Más de mil periodistas, todas las grandes cadenas de televisión del mundo, entre ellas las principales de Estados Unidos y sus conductores estrella, seguían desde La Habana aquel acontecimiento, al que le habían conferido con toda intención un matiz político y una espectacularidad apocalíptica que poco tenían que ver, por cierto, con el carácter pastoral que le atribuía el Vaticano.



Bastó, sin embargo, que en Washington estallara una nueva ronda del affaire Clinton-Lewinsky, para que los cubanos, atónitos, viéramos volar de regreso a su país, en cuestión de horas, a todas las luminarias de la televisión norteamericana, llamadas de urgencia por sus cadenas para hacerse cargo del nuevo show mediático. Abandonaron un verdadero acontecimiento de relieve histórico y partieron en busca de carroña… sí, sabemos muy bien de lo que habla Ramonet.



Una de las más notables elaboraciones teóricas de Ramonet ha consistido en caracterizar el contenido, también hegemónico, de las relaciones que se establecen actualmente al interior de los sistemas de medios de cada país, y de los sistemas de medios considerados a escala regional y mundial.


Este no es un vínculo equitativo. No es un diálogo entre iguales. No es un nexo de mutua influencia y complementariedad, en el que las fortalezas y debilidades propias de cada medio encontrarían su lógico ajuste. Es también una relación de poder.



La televisión, en tanto medio dominante --como previsiblemente lo podría también hacer Internet, llegado el momento, en su vertiginoso desarrollo hacia el futuro--, impone al resto de los medios su lógica, su discurso, su agenda y hasta su forma de hacer. La posibilidad tecnológica de transmitir imágenes directas, en tiempo real, induce la ilusión de que ver es comprender. Los acontecimientos que posean riqueza visual, aunque sean triviales, pueden aspirar a un espacio en la pantalla.


Lo que no sea capaz de proporcionar imágenes interesantes, en el sentido que se cataloga aquello que sea capaz de cautivar y vender, por más que resulte intrínsecamente importante para la gente, no podrá aspirar a entrar en la agenda de la televisión y, por tanto, no podrá existir.
Hasta naciones con culturas milenarias y arraigadas tradiciones de racionalismo, profundidad informativa y reflexión pública sucumben sin antídoto posible ante este sunami que tiene su epicentro en el abismo oceánico de la globalización neoliberal.

Este panorama –nos enseña Ramonet—coloca en manos de los opresores posibilidades inéditas y hasta casi ilimitadas de manipulación.


De la vieja idea de la censura, que no ha desaparecido, entendida como control, como restricción, como cierre del acceso a las fuentes o prohibición de publicar, se puede pasar a un nuevo tipo de censura basada en el aparente exceso de información, en el aturdimiento del ser humano con una falsa pluralidad, con una avalancha de imágenes desarticuladas de su contexto, en la que se mezclan distintos tipos de basura, y a partir de las cuales el individuo, supuestamente sobreinformado, debiera ser capaz de construir por sí solo una comprensión de complejos problemas, que sin embargo sólo podría surgir de un empeño serio de información y uso de la inteligencia.



La búsqueda de veracidad, conquista ética de casi tres siglos de accidentado ejercicio del periodismo, es orillada y reemplazada por el interés ganado a cualquier costo y la capacidad de entretener. La repetición mimética sustituye a la demostración argumentada. Internet agrava aún más esta tendencia al difuminar la responsabilidad y permitir que cualquier rumor escale la categoría de noticia.

Todas estas, y muchas otras ideas desarrolladas por Ramonet constituyen armas de lucha fundamentales de los pueblos y los movimientos progresistas y revolucionarios; una batalla que se da y se dará, cada día más, en los campos de la cultura y de la comunicación, donde más poderosa es la industria y mayor la experiencia de nuestros contrincantes; una batalla que no se podría imaginar siquiera, en estos inicios del siglo XXI, como un ejercicio de arqueología de modelos y formas ya trascendidos, sino como una defensa en la que avanzamos sobre el enemigo, nos apoderamos de sus armas y le presentamos porfía en su propio terreno.



Ramonet, por otro lado, no se ha sentado en su poltrona académica a ver qué ocurre.


Al lado de la cátedra de Teorías de la Comunicación en la Universidad Paris VII Denis-Diderot, está su labor como director del mensuario Le Monde Diplomatique y de la publicación bimestral Manière de voir, que son importantes tribunas de pensamiento político y teórico.






Ramonet es un especialista en geopolítica y estrategia internacional. Es experto consultante de Naciones Unidas en este campo y conferencista en instituciones francesas de alto rango. Es fundador de varias organizaciones no gubernamentales, entre ellas el Observatorio Internacional de Medios –Media Watch Global--, del cual es Presidente. Es miembro fundador del Grupo TANGER: Teorías y Nuevos Análisis sobre Globalización Económica y Resistencias.

Pero por encima de todo Ramonet es un activista político. Su vínculo con los movimientos populares, emancipadores e integracionistas de nuestra región ha sido prolongado y constante. Un libro dejó testimonio de sus contactos con la máxima dirigencia zapatista, en Chiapas.



Sus relaciones con la Revolución Bolivariana y con su indiscutible líder, el presidente Hugo Chávez, son estrechas. Es miembro del Consejo Asesor de TELESUR, un proyecto alternativo y profesional de nuestra región a las grandes cadenas imperiales de información –y desinformación—continuas. La participación intelectual y política de Ramonet en la reconstrucción, desde la base, del movimiento de liberación y de izquierda --desorientado, confundido y debilitado después del derrumbe de la Unión Soviética--, merecería por sí sola un análisis detallado y un reconocimiento. Fue fundador y ha sido animador permanente del Foro Social Mundial de Porto Alegre, que nos ha dado esa consigna abarcadora, antisectaria, que tanto se necesita en esta hora: “Un mundo mejor es posible”.



“Cien horas con Fidel”, al fin. Todo cuanto hemos señalado hasta aquí se pudiera resumir en una idea: este entrevistado y este entrevistador viajaron toda la vida para encontrarse en el punto preciso en que podía y debía surgir ese libro. Antes, tal vez, no habría sido posible. Fidel llegó a la cita con más de medio siglo de lucha, experiencia y reflexión revolucionaria. Ramonet acudió con una perspectiva intelectual racionalista, humanista, muy vinculada a la comunicación, al periodismo, a las preocupaciones universales por el mundo y por los pueblos desfavorecidos. Es cierto que Ramonet pregunta y que Fidel responde. Pero esta relación no es tan sencilla ni tan esquemática. Hay mucho de pregunta en las respuestas. Hay mucho de respuesta en las preguntas. El texto es de Fidel, mas se trata aun así de una obra construida en el diálogo, en el parto socrático del conocimiento. Sin una química del entendimiento, sin un nivel de reciprocidad cultural, de respeto mutuo, no tendríamos este libro. Aunque sea sabido, los periodistas debemos volver a tomar nota en este instante de que no hay obra con mayúsculas sin plena libertad intelectual, como tampoco sin pleno compromiso.


Ramonet nos ofrece aquí un ejemplo de honestidad y ética profesional. El no vino a este encuentro a deponer puntos de vista. Vino también, por el contrario, y eso se lee en sus preguntas, con absoluta sinceridad, a expresar lo que le preocupa, o lo que puede preocupar a otros, en relación con nuestro proceso. Vino a contrastar esos criterios con la visión y la perspectiva de Fidel. Sin ese fondo, sin ese juego de papeles, la misión social y cívica del periodista habría naufragado en las aguas tranquilas de la propaganda. No tendríamos este torrente poderoso y conmovedor de ideas, que respira autenticidad por todos los poros. Este libro es un monumento. Sobrevivirá a sus autores, nos sobrevivirá a todos. No es sólo el retrato de un hombre, de una personalidad irrepetible, sino el paisaje de una época, el resumen más acabado, quizás, del pensamiento político cubano. Fidel nos habla por sí mismo y habla por todos los que forjaron la nación, la independencia y la sed de justicia de los habitantes de estas islas. Habla por Cuba, por su difícil destino, y expresa a la vez la vocación universal de un pueblo que mira hacia la humanidad y se juega por ella su propia suerte. Ese libro tiene ahora existencia autónoma. Caminará con aliento propio por los siglos: ya emprendió el viaje. Nos queda solo despedirlo en el muelle y desear, como estamos seguros, que en su ruta sacuda conciencias, alumbre verdades y se convierta cada día más en esa fuerza material transformadora que necesita el mundo.


Sería ya mucho, compañeros, si no hubiéramos recibido, además, del propio Fidel, el testimonio estremecedor de que, en su hora más crítica, cuando no sabía si podría tener más tiempo de la vida, se aferró a terminar la revisión de este libro y a convertirlo en lo que pudo ser, y por fortuna no fue, su última trinchera. Eso convierte a esta obra en un legado.



Doctor Ramonet: con estas razones, y con la certeza, que nos viene de Martí, de que “honrar, honra”, la Universidad de La Habana se enorgullece esta mañana al entregarle el título de Doctor Honoris Causa.
Muchas gracias.


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