miércoles, diciembre 14, 2005

Cosas que contar desde Guinea Ecuatorial


Por Marisela Presa Sagué

El cielo se va oscureciendo y comienza un tropel de nubes que vienen del este para acumularse sobre la ciudad pegada al mar. Los árboles inclinan sus ramas, y en cuestión de minutos el viento aúlla por las ventanas y gotas de agua, como guijarros, caen sobre el techo de zinc.


Llueve en Malabo, la capital de la República Centroafricana de Guinea Ecuatorial, un territorio pequeño, sobre el Ecuador donde residen casi medio millón de personas entre las islas y su porción continental.

Con frecuencia se desencadenan los tornados , el último que allí vivimos dejó sin servicio eléctrico a la capital por dos días, arrasó con techos, casas completas, desplomó árboles gigantes sobre las vías y otro, aplastó un coche donde dormía un soñoliento conductor, que milagrosamente escapó ileso.

La tierra negra y arenosa, hija de los efluvios volcánicos que dieron origen a la Isla de Bioko, absorbe el líquido con avidez, y al rato ni señal del aguacero, sólo en las calles, todas con drenaje insuficiente, la huella perdura, haciendo penosa la circulación de vehículos y transeúntes.

La relativa frecuencia de las lluvias se traduce en el verdor perenne de su floresta, que crece por segundos, con árboles gigantes en sus selvas colindantes y un reservorio de mosquitos y otros insectos, causantes de múltiples enfermedades entre los pobladores de Guinea Ecuatorial.

Aprendimos que con una seña y 500 francos CFA tienes un taxi a la mano, y hasta alguno que otro improvisado conductor te traslada de un punto a otro de la ciudad; estableces una agradable charla, te cuentan que dan clases de español, y te hablan de la geografía y la idiosincracia del país sin cobrarte nada, un apretón de manos con la que se establece una amistad que está muy cerquita de la solidaridad con que les respetamos y ayudamos en la esfera de la salud, y ya estás en casa luego de una larga jornada de trabajo.

No hay escape. Te atrapa Malabo. Con su calor de bochorno que te hace nacer el sudor en lo profundo del poro y va dejando una estela pegajosa a lo largo de la piel.
Te atrapa sin saberlo la picada del mosquito, con su carga de Plasmodios (paludismo), o los mutumutos, con su roncheta redonda y aplastada. O sientes el escozor interno de la fiebre tifoidea, por demás, enfermedades comunes a la que los médicos cubanos ya tienen la forma y manera de combatir y de atender a sus pacientes, salvando casi milagrosamente sus vidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aqui estamos