viernes, diciembre 16, 2005

La mujer cubana a lo largo de la historia



Por Marisela Presa
Cuando la mujer culta y virtuosa
unge la obra con la miel de su cariño,
la obra, es invencible.
José Martí

Sólo al triunfo de la Revolución Cubana el primero de enero de 1959, la mujer cubana asumió y ocupó el lugar, que realmente debió haberle correspondido a lo largo de cinco siglos, cuando comenzaron a respetarse sus derechos sociales, intelectuales, públicos, para tomar parte activa en el proceso transformador que se iniciaba en el país.

Casi la historia de nuestros aborígenes no recoge, sólo en fábulas, la presencia de la mujer, pero según los estudiosos, se ocupaban de los quehaceres del hogar, protegían a la familia y participaban un tanto en la recolección y la caza, como parte de la subsistencia.

Tras el llamado descubrimiento, en 1492, las indias se convirtieron en esclavas de los colonialistas españoles, la mayoría murió, dada la crudeza de las exigencias del nuevo amo, y se fueron perdiendo sus vestigios.

Con la llegada de la esclavitud, traída a Cuba por los propios españoles, la mujer no tuvo mejor suerte, trabajó la tierra, sirvió como esclava doméstica o de compañía, y también fue manceba para la procreación.
En esta heterogénea mezcla de aborígenes, negras africanas y españoles, va naciendo la mujer cubana, con una sangre ardiente de tantas herencias y con un inmenso amor por la tierra que la vió nacer, dejaban de tener raíces fuera de la ínsula, para dejar crecer las propias.

Así la vamos a ver en las guerras independentistas, como a la esclava convertida en Capitana del Ejército Libertador Rosa La Bayamesa, Canducha, y están aquellas, también bayamesas, que dieron fuego, junto a sus maridos e hijos fuego a sus hogares, y asumieron la manigua como hogar para compartir la cruenta vida de los combates.

Mariana, Manana, son símbolos de esa fertilidad y entrega al patrimonio de su nación, pariendo hijos que aportaban con orgullo a las batallas, y acompañando a sus hombres en aquellas largas y sangrientas jornadas por la independencia.

No menos fue la etapa republicana a principios del siglo XX, pero se silenciaba la presencia de la mujer. No tenía capacidad de ejercer cargos públicos, apenas existían profesionales, meras institutrices o maestras de escuelas, siempre ganando menor salario que los hombres, de criadas de los poderosos o de meretrices, creando una aureola de prostitución que por muchos años reinó, en Cuba antes del triunfo revolucionario.

Es en el período de la lucha por nuestra definitiva independencia ya en la seguda mitad del siglo XX, es cuando la mujer cubana asume su lugar. Ejemplo de ello es el glorioso pelotón de las marianas durante la lucha insurreccional, Lidia y Clordomira, Melva, Celia, Aidée y Vilma, y tantas otras campesinas anónimas que respaldaron el ejercicio práctico de hacer la Revolución.

De esta estirpe han surgido las mujeres cubanas de estos tiempos, con acceso a todos los frentes y todos los campos, profesionales, dirigentes, especialistas, obreras, en las más diversas faenas del campo, la educación y la salud, hoy día es más del 50 por ciento de la fuerza técnica que tiene el país, intelectuales, artistas, creadoras, combatientes, dirigentes políticas y gubernamentales, todo eso en un vocablo que desborda el concepto de Mujer.
Pero no es menos cierto que ha tenido que batallar para ocupar su sitio, el lugar que le corresponde en la sociedad. Una sociedad llena de tradiciones que vienen en los genes, una lucha contra el machismo, la marginación de la mujer, la desconfianza en su capacidad heredada de nuestros ancestros, sin embargo han salido airosas, y donde quiera que se encuentran están en la primera línea de combate, por que han contado con la volutandad política del país para que así sea.
No obstante y pese a tantas responsabilidades, la mujer cubana no ha perdido la ternura para amar, a su compañero, a sus hijos, a su hogar, y en los difíciles años del periodo especial, asumió con una dignidad y certeza inigualable la dirección y organización de la economía familiar y doméstica, para estirar lo más posible y distribuir equitativamente los humildes recursos que se disponían.

A lo largo de tantos años, no uno sino centenares de monumentos y homenajes habrá que realizar para enaltecer el nombre de la mujer cubana, que ha luchado en todos los frentes y que hoy, en el haz de pueblo que enarbola la batalla de ideas y los programas de la revolución, está al frente como el más puro de los soldados de la patria.

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