miércoles, diciembre 14, 2005

Médicos y periodistas


Por Marisela Presa Sagué
Pasados los primeros tiempos, donde a veces algún protocolo queda, médicos y periodistas se integran en la República africana de Guinea Ecuatorial a esa cruzada por la salud humana, que nos une en un común sentimiento solidario.
No siempre el asunto es de tanto preguntar, hay que vivir un poco sus vidas, lejos de la familia, en lugares en los que no se cuentan los kilómetros por recorrer, sino el tiempo para llegar. Acompañarlos hasta sus hospitales, centros de salud, en la guardia física, al plan asistencial el fin de semana, en poblados y patios, y ver allí, en el terreno, en el escenario del ejercicio de su profesión, cómo son y cómo ejercen su labor.


Pero como eso no es todo, vivimos junto a ellos, en sus propias casas, nos turnamos en la cocina, cargamos agua, sufrimos la oscuridad de la noche sin más luz a veces que una vela, ponemos el mosquitero y cerramos temprano las ventanas. Hacemos un poquito de café, y con los frijoles negros que vinieron en los paquetes del último viaje a Cuba, cocinamos un potaje, o un congrí para no perder el sabor de la comida de casa.


Si me preguntan por un instante sobre ellos, tendré que asegurar que me emociona su pasión por lo que hacen, que hablan con enorme responsabilidad de la tarea que asumen, de cómo devolver la salud a un niño epiléptico, como nos contó el Pediatra Gabriel en Luba, o la operación de las piernas inmóviles de Josefina, luego de 27 años caminando a gatas como consecuencia de la polio, como hizo , el Ortopeda. Son asuntos que no pueden escapar al reconocimiento y a la admiración.

No es fácil la encomienda de ejercer la medicina en Guinea Ecuatorial, en sitios donde la selva te acecha, donde el mosquito prolifera y la fiebre tifoidea solo espera un descuido, donde la pobreza es tal, que por falta de unos miles de francos CFA, se llevan a un niño del hospital, porque la familia no tiene con qué pagar ni estancia, ni medicina. Resulta extremadamente duro para los médicos cubanos, enfermeros y técnicos, acostumbrados como están en nuestro país a dar la salud a manos llenas tener que prestar los servicios de salud en estas tristes condiciones.

Si, sencillamente les admiro. No sólo por ese amor propio a los hombres y mujeres de mi país que se entregan, con esa humanidad, en la que nos hemos educado, sino porque son sensibles ante el dolor y batalladores hasta el último aliento, para con un mínimo de recursos, librar de la muerte aunque sea el más incierto de sus pacientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aqui estamos